EL ENCANTO DE LOS SENTIDOS EN LAS RELACIONES SEXUALES
La vida sexual en todas sus facetas solo es posible cuando los órganos sensoriales funcionan impecablemente. Por consiguiente nos enfrentamos de nuevo con el problema de la salud y de la vitalidad. Las personas con órganos sensoriales de deficiente funcionamiento, tienen escasa capacidad para la vida amorosa, según demuestra la experiencia.
Sin embargo, quienes tienen órganos sensoriales en buen estado, son personas sensuales, y a veces con una sensualidad muy intensa. Existe una relación directa entre los órganos sensoriales en buen estado y un intenso deseo sexual.
(Te puede interesar: El goce sexual)
Prácticamente todos los sentidos participan de la vida amorosa. Si alguno está menos desarrollado, se exige más de los restantes. Se deduce, pues, que la incapacidad de un sentido no debe tener, como consecuencia directa, la incapacidad amorosa.
En el preludio amoroso (Fase de atracción), participan en forma particularmente activa los sentidos del olfato, el oído y la vista. El olor del cuerpo, la voz y la figura del compañero ejercen gran atracción sexual-erótica.
En cambio en el juego amoroso ((Fase erotizante) intervienen el olfato, el gusto y el tacto. Al olor del cuerpo se unen los típicos olores sexuales y en las innumerables variantes del beso se gusta al compañero. En esta fase ya son decisivos los estímulos del contacto, los cuales alcanzan su punto culminante en el acto sexual.
Es bien sabido que el impulso sexual se muestra desde el nacimiento, desde las más inofensivas manifestaciones del lactante a las tormentosas de la pubertad, hasta cuya época el instinto del sexo no está dirigido al opuesto.
(También puedes leer: Las caricias, prólogo del amor)
Se sabe también, que las particularidades físicas y psíquicas son capaces de influir en la elección de la pareja e indicar las secretas inspiraciones que pueden orientar la selección del individuo. Luego es real el hecho de que el hombre púber busca su colaboradora hasta el momento en que vive el decisivo acontecimiento de la presencia física del ser buscado y presentido.
Es un hecho, también, que los enamorados sienten el irresistible impulso de estar muy cerca uno del otro y tocarse físicamente; y que los individuos con una vida sensorial sana sucumben con gran facilidad al sex appeal del sexo contrario.
Cuando se hallan en la proximidad de individuos sexualmente atractivos, tanto los hombres como las mujeres experimentan una ebriedad de los sentidos. Los atrae la inmediata proximidad de tales individuos, y su espontánea inclinación es, por lo general, inmediatamente comprendida. De esta forma se inician atractivas relaciones anímico-espirituales, sin que llegue a pronunciarse una sola palabra.
(Te puede interesar: El beso en la relación amorosa)
Los individuos sensuales se entienden mediante contactos anímicos sin necesidad de hablar. Incluso es posible jugar con tales contactos. Estos pueden interrumpirse, sin más, en cualquier momento.
Existen los llamados catadores eróticos que, sin desear la consumación del acto sexual, gozan hasta la saciedad con tales encuentros. El arte de las relaciones no expresadas y razonadas, limitadas simplemente al instante y a la fantasía erótica, es un paso hacia el flirt. Flirt que otras muchas veces va acompañado de gestos, de contactos mas o menos furtivos y buscados, de apretones de manos, de manifestaciones de coquetería, entre otros.
No resulta fácil fijar los límites efectivos que separan el juego amoroso y los preludios del amor. De todas formas, a partir del momento en que la sensación táctil ocupa lugar preponderante en las relaciones se puede asegurar que el límite se ha franqueado. Hasta ese instante la experiencia carnal del protagonista se circunscribía a una especie de caricia a hurtadillas, como furtiva, pero desde el momento en que las zonas erógenas de uno o de ambos empiezan a reaccionar, la situación cambia de aspecto.
Indudablemente existen zonas corporales muy sensibles a la caricia y que predisponen al cuerpo para la expresión de su sexualidad. Estas zonas son las que deben recibir las caricias del cónyuge y sobre ellas debe actuarse en los preliminares del coito.
Debe aclararse que la caricia se puede realizar con la mano, los labios, la lengua, entre otras. Nada en el cuerpo humano monopoliza el ejercicio de la caricia. Se trata de dos personas que dialogan de una forma integral y nada está fuera de dicho diálogo, que les llevará a sentirse una sola carne y un solo espíritu.
Estas zonas tienen primordial importancia en el cuerpo femenino, y deben ser estimuladas por el varón para que se den las adecuadas respuestas para un buen funcionamiento sexual. A muchas mujeres les producirá una sensación de bienestar y gozo el mero hecho de sentir, sobre cualquier parte de su cuerpo, la suavidad y la ternura de las manos acariciadoras de su cónyuge.
Pero la situación anterior, se acrecentará si se centran las caricias en las orejas, las mejillas, la boca, el cuello, los hombros, el busto, la cintura, el vientre, las caderas, los muslos, los genitales y las piernas.
Una gran mayoría de mujeres es sensible a las caricias en la oreja por medio de los dedos índice y pulgar o mediante la lengua o pequeños mordiscos en el lóbulo. Otras, en cambio, solo pueden tolerar un pequeño jugueteo; la sensación parece ponerlas carne de gallina, pero tiene el efecto de hacerlas desear un beso, justo después de retirar la oreja buscando la boca del compañero.
Otra zona tan sensible como la oreja es la zona del cuello. El cuello es muy sensible en la línea que va desde el extremo del hombro hasta la oreja, y hasta un punto a mitad de distancia entre la garganta y la nuca. La mujer responderá a los besos o a los ligeros movimientos de la lengua sobre dichas regiones, de la misma manera que lo haría en el caso de la oreja.
Una zona especial y de importancia en el cuerpo femenino es la región mamaria. La sensibilidad de los pezones basta para producir un gran estado de excitación erógena. El tamaño de los senos, como el del pezón, no tiene ningún influjo sobre la sensibilidad.
De todas formas, acariciar los pechos de una mujer y frotar sus pezones, le resulta placentero y satisfactorio; y aunque son sensibles a las caricias manuales, la excitación que se provoca cuando se besan o succionan suele ser mucho más intensa.
Muchas mujeres reaccionan con un violento temblor ante estas caricias. Esto se debe a que si los labios o la mano acarician esta región, especialmente los pezones, provocan una afluencia de sangre que determina un aumento de volumen y un característico endurecimiento de seno y aréola. Este estado se transmite, por reflejo, al clítoris y al útero, produciendo una reacción especial de las hormonas sexuales que afecta igualmente al cerebro.
Los senos siempre han tenido un papel importante en la práctica del amor. La conexión senos-útero es bien conocida, pero en muchas sociedades talvez se ha exagerado la importancia de los pechos. Las mujeres de grandes mamas se han convertido en símbolos sexuales en los Estados Unidos y en Europa occidental.
Puede ofrecerse como ejemplo la adulación reservada a las estrellas de cine con senos generosos. A este respecto en el Times del 31 de octubre de 1958, Sir Hartley Shawcross, declaraba:
"¿Qué decir de una civilización que permite a una bobalicona rubia, cuyos encantos exageradamente desarrollados revelan un desarreglo glandular, subir a exhibirse a los escenarios a precio de oro?"
El hombre, en estos países, está tan bien condicionado por la escena y por las películas, por las publicaciones y las imágenes, que su reacción sexual es casi automática. El hombre occidental contemporáneo es un obseso de los senos.
A pesar de que los senos estén en Occidente en el apogeo de su importancia como símbolo sexual, hay que hacer notar algunas anomalías respecto al uso que se hace de ellos en los juegos del amor.
Kinsey, siempre hay que volver a sus estadísticas, hizo notar que el 72 por ciento de las vírgenes permiten a sus enamorados acariciarles los senos. Esta cifra se eleva al 95 y 98 por ciento en los casos de mujeres que han tenido experiencias sexuales preconyugales. Este porcentaje puede elevarse hasta 97 por ciento para las mujeres con un nivel de instrucción superior y que han tenido relaciones sexuales completas. Los motivos son a la vez físicos y psicológicos.
Al parecer solo una pequeña minoría de mujeres experimenta un placer cuando se acarician sus senos. Y una minoría aun menor, se siente violentamente excitada por esta clase de caricias que, si se prolongan, desembocan en el orgasmo.
El culto a los senos de la mujer tiene sus raíces en la Grecia clásica. Cuando Menelao hubo arrancado a Helena de los troyanos, su primer movimiento fue el de vengar su honor, y amenazó a Helena con su espada, pero la mujer infiel descubrió su seno y Menelao, transportado ante esta visión, arrojó su espada para tomar a Helena en sus brazos. Este episodio aparece representado sobre muchísimos vasos griegos.
El tipo de los senos sexualmente agradables, varía mucho, según el tipo erótico del individuo que los contempla; esto se aplica, sobre todo, a lo que concierne a la abundancia mamaria. Para algunos solo es libinógena siendo moderada, y para otros, únicamente si es muy desarrollada.
Por lo general los senos erógenos deben responder a estos caracteres fundamentales: Tonalidad, la palidez y reducción areolar, la ausencia de pelos, la pequeñez de los tubérculos de Montgomery, la brevedad de los pezones, su aspecto rosáceo y su divergencia recíproca, en virtud de la cual uno debe apuntar a la derecha y el otro a la izquierda, como dos hermanos reñidos, según expresión de Brucke.
En el arte, el seno ha tenido tanta importancia que se ha plasmado en numerosas obras inmortales. Entre sus pintores está Pollajuolo con su Simonetta Vespucci; Agnes Sorel, Pecho de María Antonieta; Rubens, Simón y Vera, entre otros.
Una zona menos importante es la cintura, de manera primordial ante el contacto de la boca en la región de las caderas hasta el centro del vientre. A esta zona le siguen las ingles, sensibles al tacto de la mano y de la boca por hallarse próximas a los genitales.
También tiene importancia erógena la cara interna del muslo y la zona que está directamente sobre la rodilla. La cara interna del muslo es muy sensible a las caricias manuales y, se la recorre rápidamente con la lengua, desde la rodilla hasta la ingle, puede provocar una gran excitación, tanto en el hombre como en la mujer.
Resulta extraño, pero cierto, que muchas mujeres experimentan alto grado de excitación si se les estruja continuamente con la mano la zona situada sobre la rodilla. Es interesante observar que las nalgas, al igual que las piernas por debajo de la rodilla, son zonas inútiles como excitantes.