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EL BESO EN LA RELACIÓN AMOROSA

EL BESO

El beso en la relación amorosa

Las zonas erógenas son, por consiguiente, las partes del organismo en que el tacto produce o acrecienta la tensión sexual, siendo los medios más empleados comúnmente la caricia manual y la bucal, desempeñando el beso un preponderante papel.

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A propósito de los besos se han elaborado muchas teorías que pretenden explicar su origen y significado. Para algunos autores constituye una tendencia hacia inclinaciones sádicas y el canibalismo, manifestada de modo refinado, y cuyo origen se pierde en los tiempos prehistóricos.

El clásico mordisco amoroso, según esta teoría, está muy próximo al apetito caníbal, que se ha ido modificando en el transcurso de los tiempos hasta sublimarse en el beso. Lo cual parece una explicación bastante aventurada.

Más verosímil resulta la teoría de Havelock Ellis, que sitúa los orígenes de la costumbre de besar en el instinto de succión del lactante. Una tercera teoría advierte una relación primitiva entre el beso y el hábito de frotarse mutuamente la nariz, que practicaban las parejas de algunas tribus mongoles o esquimales, que a su vez se identificarían con el olfatear, tan corriente entre los animales hasta el punto de que entre determinadas poblaciones tibetanas se dice huéleme, en lugar de dame un beso.

En consecuencia muchos especialistas consideran que el verdadero sentido de la acción de besar reside en aspirar olfativamente a la pareja.

Es bien sabido que los chinos, japoneses y anamitas ignoran el beso. En vez del contacto mutuo de boca a boca practican el de la nariz. Los japoneses, además de considerar inconveniente el beso, lo encuentra obsceno; pero no por eso los orientales pierden en la técnica del amor; sus habilidades en el juego amoroso sobrepasan en refinamiento a todos los rudimentos en que se asienta el juego del occidental.

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En el acto del beso participan y colaboran tres órganos sensoriales: El tacto, el gusto y el olfato. Pero para la raza blanca el primero de los citados sentidos es el de mayor papel. Hay que resaltar que el beso no sexual el amistoso por ejemplo, o el prodigado con ocasión de pruebas deportivas o imposición de condecoraciones, tiene semejante origen que el ofrecido al sexo, el beso de amor y como él viene acentuado por el placer o por el disgusto de recibirlo.

Es indudable que el ósculo que la madre deposita sobre las mejillas de su hijo libera sentimientos muy diversos de los producidos por el beso entre dos amantes, pero su origen es, a pesar de todo, el mismo. La noción de beso platónico es contradictoria en sí, siendo imposible concebir un beso sincero, carente de un fondo sexual.

Ovidio, en su Arte de amar, escribía: "El que ha conquistado un beso y no ha sido capaz de conseguir el resto, merecería perder lo que ha ganado". Por consiguiente, el beso, por inocente que pueda parecer, siempre debe considerarse o convertirse en una etapa entre el deseo y la posesión; y es, por esencia, el posible intermedio entre la aspiración y el logro del último fin.

La literatura sobre el beso es tan amplia que puede asegurarse que en toda época y momento tuvo panegirista. Giocomo Casanova, el famoso galanteador, dijo: "¿No es el ardiente deseo de aspirar una parte del ser que se ama?"

Los armónicos versos de De Lorris no dejan de tener un intenso significado erótico cuando habla de que Venus se aproxima a Bella y, cogiéndola, dice:

"Será un buen beso, porque sé que ella tiene un aliento muy suave; y nada desagradable hay en su boca, que parece dispuesta para gustar y atraer, pues sus labios son rojos, sus dientes blancos y limpios, sin mácula alguna. Encuentro lícito concederle un beso... No he perdido el tiempo; antes bien, he cogido en la rosa un beso dulce y delicioso. Si he experimentado alegría, nadie me lo reproche, porque un bálsamo penetró en mi alma, capaz de librarme de mis dolores y de endulzar las penas amorosas que tanto solían amargarme. Jamás me he sentido tan feliz".

La acción erotizada del beso, en algunas de sus formas, también ha sido expresada por Rousseau en su Nueva Eloísa de la siguiente forma:

"Mi cuerpo preso en tus brazos, tu boca rosada sobre la mía. El fuego celeste no es más vivo ni más rápido que el que en un instante me inflamó. El fuego surgía en nuestros labios, quemantes; y mi corazón moría bajo el peso de la voluptuosidad; en un momento, te vi palidecer, cerrar tus bellos ojos, caer desvanecida; entonces, el espanto interrumpió el placer; y mi felicidad no fue más que un relampagueo. Un favor y un tormento horrible; guarda para ti tus besos; no podría soportarlos; son demasiado acres; demasiado penetrantes, hieren, queman la médula; me volverían loco"

En el curso de los milenios se ha desarrollado un arte propio del besar, y no es mera casualidad que dicho arte haya adquirido un nuevo florecimiento al lanzar los Estados Unidos esa destacada higiene bucal y dental norteamericana; seguramente basándose en la humorística definición que acerca del beso expuso Santiago Ramón y Cajal, al decir:

"El beso, esa sublime conjunción de que los poetas hablan no es otra cosa, para el bacteriólogo, que un cambio recíproco de microbios". Tras esto, es de suponer que vino la batalla del cepillo de dientes para crear las más favorables condiciones para el beso. 

De los ejemplos precedentes se deduce la capacidad de conquista del beso que, por consiguiente, constituye la más perfecta preparación del acto sexual. De las investigaciones de Kinsey se infiere que los besos adquieren distinta importancia según se empleen y que representan todas las variaciones concebibles, hasta el punto de llegar a ocupar el lugar del acto sexual. 
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De la encuesta de Kinsey resulta que en América el beso es menos frecuente en las clases inferiores que en las superiores; entre éstas el beso labial es casi totalitario; el beso a la francesa, es decir interno, sólo se haya en un 1.87 por ciento de las clases superiores, y en un 55 por ciento en las inferiores. 

Entre los primeros, el 93 por ciento de los hombres besan los pechos; entre las inferiores, solo el 36 por ciento de los hombres casados, de instrucción primaria, lo hacen. Es insignificante el número de mujeres que llegan al orgasmo mediante la única estimulación de los senos. 

Kinsey detalla: La estimulación bucal de los órganos genitales, corresponde en un 60 por ciento de los individuos, a los de formación universitaria, en un 20 por ciento a los de secundaria; y en un 11 por ciento a los de primaria. 

El 47 % de las mujeres han conocido el contacto bucal con los órganos genitales masculinos; pero se conocen casos de mujeres que han matado al marido porque éste pretendía de ellas ese contacto buco-genital.

La forma y la intensidad de la excitación provocada por el beso es muy variable. El Kama Sutra, antiguo libro Indú del amor, y otras obras orientales del mismo tema, ofrecen descripciones de las variantes del beso, dando cada una un nombre especial y extremando hasta lo grotesco la enumeración de los detalles y diferencias, aunque debe admitirse que pocas manifestaciones amorosas pueden albergar tanta diversidad de matices. 

Esta diversidad sensorial todavía puede acrecentarse si los besos, alejándose de la boca, se depositaran en otras partes  sensibles, como ya se indicó. Hasta el más ligero beso puede contener el germen de otras intimidades:

Su contenido sexual no varía y solo se establecen diferencias con relación al grado de intensidad. Como afirma un proverbio Italiano, Donna baciata, mezza chiabata, literalmente "Mujer besada, a medias seducida"