EL PROBLEMA DE LA SEXUALIDAD ES TAN ANTIGUO COMO EL HOMBRE
El problema sexual es tan antiguo como el hombre. Tanto este como el de la alimentación afectan a los dos grandes instintos del ser vivo: A la supervivencia de la especie el primero, y a la del individuo el segundo.
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La historia nos dice que desde los tiempos más remotos el problema sexual ha sido uno de los más complejos planteados a los gobiernos y a las religiones. El Antiguo Testamento nos habla profusamente de ello.
Hoy el problema sexual se ha hecho más profundo y amplio, no solo por el aumento agobiante de la demografía, sino porque el avance de la civilización no hace más que acentuarlo; y si ha habido épocas en las que en apariencia el sexo no ha constituido problema, hay que achacarlo a que las clases dirigentes se han desentendido sencillamente del mismo.
La sexología como ciencia experimental es modernísima, tanto que está todavía en gestación. Las transformaciones sociales de los últimos cincuenta años en casi todos los terrenos de la vida, también han ejercido una enorme influencia sobre la práctica de la sexualidad, sobre el comportamiento recíproco del hombre y la mujer, sobre el matrimonio y sobre la familia, siempre a raíz de aquello que les une y les separa: El sexo.
La evolución social nos ha enseñado que durante esta época de transformaciones sociales existen muchas influencias que más que unir tienden a separar cada vez más a los esposos, porque éstas entrañan una acción discordante, perturbadora del equilibrio personal y del equilibrio matrimonial.
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Nuestra época, eminentemente industrial, es una gran creadora de apetencias , a las que sabe proporcionar la máscara de necesidades, ya que, para su propia existencia industrial, se ve obligada a crear estas necesidades. Y las fuerzas dirigentes que se ocultan tras esta creación no se preguntan si todas estas necesidades creadas son realmente útiles para la verdadera felicidad del hombre. Sólo ven su fin material.
Existen muchas otras influencias que penetran actualmente en el ambiente íntimo de la familia y que contribuyen a esta perturbación de equilibrio del matrimonio. Y el resultado de la acción de todas estas fuerzas se manifiesta también últimamente en el desequilibrio de los sentimientos del amor.
Estas influencias, estos desequilibrios, esta desorientación sobre lo que podría llamarse una crisis privada, crisis del hombre y la mujer, crisis del matrimonio, son las que han conducido a la unánime actitud de confundir sexualidad con frivolidad y familia con aburrimiento.
Hubo un tiempo en que la constitución del matrimonio monogámico significó un avance revolucionario y el acto sexual un gesto de carácter mítico-religioso, tal y como sigue siéndolo en la actualidad para ciertos pueblos.
En tiempos lejanos, algunos de los más grandes ingenios escribieron libros sobre la técnica del acto sexual que eran leídos con tanto respeto como placer y sobre los cuales no recaía acusación alguna de obscenidad. Tal es así que los padres los ponían en las manos de sus hijos para que aprendieran a vivir y amar, y ello con la misma naturalidad con que hoy lo hacemos con la geografía y la gramática; pero en nuestra época se piensa de muy distinta suerte.
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La crisis que en el amor provoca la moral propia de nuestra época, es un producto de la historia y de la sociedad, como también lo son las crisis que convulsionan la vida pública del mundo. Nos hallamos ante una reacción que aparece y desaparece periódicamente en el transcurso de la historia.
Pecan de ligeros quienes creen que la humanidad siempre ha contemplado la moral con las mismas antiparras de lo decente y de lo indecente, categorías que nosotros consideramos hoy como absolutas.
En el siglo XVIII una mujer era indecente si mostraba el tobillo; sin embargo, le era lícito llevar descubiertos buena parte de los senos. Hasta el siglo XVI, los alemanes se bañaban en cueros en establecimientos comunes a ambos sexos, pero consideraban indecente besar la mano a las damas.
En la época de aquellos romanos tan admirados, se tenía por costumbre sentar a las jóvenes sobre un emblema fálico antes de la noche de bodas. La pederastia era una institución oficialmente reconocida en la Grecia antigua; las obras maestras de la poesía griega ensalzan los encantos del adolescente bienamado.
Toda esta crisis afecta a la felicidad del individuo y mina la estructura social. Por ello, cuando en el transcurso de los últimos decenios se recrudeció la prohibición de que era objeto la literatura sexual, los escaparates empezaron a llenarse de obras científicas que tenían por objeto aclarar los espíritus de manera científica.
Tanto en Inglaterra como en otros lugares, el público devoró esta nueva literatura, sin que por ello encontrase remedio a sus zozobras personales. Cada cual buscaba en ella consejos que dilucidasen sus problemas, los mismos que no se atrevían a discutir con sus amigos y que solo a duras penas se confesaban a sí mismos.
Y es que el arte de amar no se puede enseñar con simples fórmulas ni nombres, como si se tratase de un tratado de aritmética o un recetario de cocina.
Las manifestaciones de la sexualidad hay que buscarlas en sus raíces evolutivas, y comprender que la mayor parte del proceso sexual es un proceso psicológico que se desarrolla en el inconsciente.
La sexualidad es ante todo atávica por cuanto despierta emociones que, por sus orígenes, se deriva de las profundidades ancestrales de la humanidad. El instinto sexual y la intuición erótica despiertan el recuerdo de la raza.
Así, quien desee entender las diferentes manifestaciones de la sexualidad, se verá en la obligación de remontarse al pasado, a la aurora de la especie humana, allí donde se la puede imaginar entre los ritos y las costumbres amorosas de los pueblos primitivos. Y solo así encontrará la justificación de tantos hechos incomprensibles de la vida actual, que a menos de estar vinculados a la historia de sus orígenes, seguirán siendo inexplicables.
Sabemos que no escasea la literatura sobre temas sexuales, pero muchos tratadistas han abordado el tema desde un punto de vista parcial, materialista y con olvido frecuente de que el ser humano, además de estar dotado de facultades físicas, también se halla con fuentes espirituales que tienen su propio valor y sus propias leyes.
Otros, en cambio, eluden el aspecto fisiológico de lo sexual y no se atreven a tocar las muchas cuestiones que plantea la vida todos los días. Ambas tendencias olvidan que el ser humano constituye una unidad, y que la sexualidad está íntimamente implicada en el amor.
Se puede intentar enjuiciar los problemas sexuales de hoy desde una perspectiva cristiana, hondamente humana y severamente científica. En este blog no pretendemos acumular una serie de datos científicos, pero sí se espera colaborar al mejor conocimiento de nosotros mismos, y esto nos llevará a adoptar la actitud adecuada que el bienestar de la comunidad y el individuo exigen: La que exige el imperativo de la conciencia.
Respecto a los problemas sexuales, ya dijimos que el mundo de nuestros días esta lleno de confusión e inquietudes, con grandes y serios problemas, tanto para el amor como para la sexualidad. Esperamos que este temas y todo el contenido del blog ayude a aclarar y a tranquilizar, que sea una ayuda positiva en el camino de la vida sexual del hombre.